Estoy viajando y no deja de embriagarme una vez más esta experiencia humana tan común. ¿Será tal vez por la forma en que se da?... Un bus cogido al paso en medio de la carretera, gente común viajando a sus casas, una probable comerciante a mi lado con bolsas de mercadería y tres “gringos” que desentonan en el contexto hablando con un acento que se me antoja alemán.
Viajar. El estado intermedio entre partir y llegar. Talvez el resumen de la vida humana. Un viaje. Donde el inicio y el fin son solo dos referencias relativas creadas para acallar la conciencia. Para paliar la sed de concreciones y sentidos.
Un viaje. Como el que hice hace poco a la selva. Sintiendo el poder del avión que nos arrancaba de tierra firme y nos elevaba más y más. Hasta que solo quedo a mi vista el ala, la soledad del espacio y un inmenso colchón de nubes. Un mundo alternativo, atemporal. Donde la presencia humana es solo una aparición circunstancial y fugaz.
¡Y cómo hubiera querido llevarte allí, sabes!.. Sacarte de tu mundo de horarios, preocupaciones temporales y polvo, para hablarte en medio del silencio infinito. Donde nada pudiera interrumpir. Donde solo seríamos tú y yo. Y tuve que desistir, claro, porque solo yo estaba allá y tú habías quedado aquí.
Pero no fue tan malo vivir la ilusión. Y es que el viaje talvez no proporciona sentido pero es tierra fértil para las ilusiones y la esperanza. Y la esperanza suele alimentar a veces mas que el pan... ¿no lo crees?
30.01.07
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