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::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::: 4ta Edición. Mar 2008

Otro planeta


Hoy miré raudamente los diarios en la esquina de Arequipa con Cuba camino a la oficina. Di un repaso al "menú" del día: un incendio, desaprobación de 92% a un funcionario público, acusaciones de un político a otro, amenaza de un hacker peruano a sus pares chilenos y el descubrimiento de un nuevo planeta en el cual probablemente haya vida. Nada nuevo, hoy será otro día más. Pero esta última noticia, publicada por un diario sensacionalista y a la cual no le doy más de 5% de credibilidad, me dejó pensando. Y no precisamente en la posibilidad de que el hecho científico se haya dado, sino por mi propio "descubrimiento" del sábado pasado.

Ese día decidí cambiar de ambiente y caminar un poco por el balneario de Ancón, al norte de Lima. Reminiscencias lejanas me hacían evocar un lugar tranquilo y de bellos paisajes al lado del mar. Justo lo que necesitaba. Así que avancé hasta un paradero de la Panamericana Norte y cogí el primer bus que tuviera la palabra Ancón en su frontis. Había un asiento unipersonal disponible en el lado derecho así que lo tomé y me dispuse a otear la vida tras el vidrio de la ventana. Muchas gentes, muchas circunstancias, mucha vida. El bus siguió en sentido recto hasta que llegó a la altura del cruce a Ventanilla y se dispuso a dar un giro circular para pasar por debajo del puente. El cobrador anunciaba en voz alta: "balnearios" intentando captar nuevos pasajeros. Por un momento tuve el impulso de bajar y tomar otro bus que siga recto, pero me contuvo la idea de ver algo diferente. Y eso fue ciertamente lo que vi.

El bus se adentró por la carretera a Ventanilla pero luego dobló por un camino de tierra y se sumergió en un asentamiento humano. Saltaba torpemente por el camino accidentado y en cada parada que hacía para dejar personas levantaba una polvareda que nublaba por un momento todo el interior. Pero nadie parecía inquietarse por eso!... Las personas iban bajando y despoblando el bus mientras el paisaje se llenaba de casas a medio construir, casas precarias de madera, paredes de ladrillos, tienditas sencillas, mercaditos de barrio y locutorios con llamadas de 20 centavos. Me llamaron la atención las construcciones con una amalgama de materiales imposibles de concebir juntos sin mucha imaginación. Era un mundo lleno de vida y de personas. Cada una con sus sueños y sus circunstancias, cada una con historias de amor y odio. Un mundo con sus propias leyes y valores, con sus propias formas de divertirse y de encontrarle sentido a la vida. Otro planeta.

Bajé casi en el último paradero y tomé una combi para regresar al cruce del puente. Poco después estaba en Ancón, almorzando frente a un parque en medio de calles pavimentadas, árboles y mucha belleza. Caminé por el boulevard y disfruté del mar y la vista de los yates y edificios. Al regresar, el conductor de un triciclo turístico me contó que vivía allí desde hace 5 años y que veía a los jóvenes subirse por la mañana en grupos a los yates y hacer competencia sobre quién llegaba primero a Máncora, en el extremo norte del Perú. Un viaje que hacían en apenas unas horas. Fue entonces cuando caí en la cuenta de que aquí había otro mundo, también con seres humanos, pero con circunstancias muy diferentes. Que los lugares pueden estar muy cerca unos de otros pero que al fin y al cabo, no existe un solo planeta humano, sino muchos.

Y hoy que leí el periódico sobre el supuesto descubrimiento sólo pude decir para mis adentros: "Sí, yo también he descubierto un nuevo planeta". Se llama Pachacutec y queda camino a Ventanilla.





07/11/2007
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Asia






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